NOTA CRÍTICA de Luciano Caprile

La vida puede narrarse a través de la materia que se manipula, que se recupera para no dejar nada al azar, o bien, para convertir el azar en historia, una historia de acciones que no conocen el devenir pero que se adelantan al mismo dejando trazas, recuperando el pasado para hacerlo partícipe del presente. Así, Guido Profumo continúa y amplía su proceso de búsqueda que se nutre de miradas interiores mientras las manos están ocupadas en reactivar el sentido de un proyecto creativo derivado de un vórtice que se enrosca alrededor de un núcleo y parece querer expresar el sentido de la existencia a partir de las cosas insignificantes, los desechos, lo vivido que compartimos y que, de ese modo, vuelve a recitar el papel de protagonista. Un protagonismo confiado a la transformación: entonces el elemento de desecho se convierte en pretexto e indicio de un futuro a descifrar paso a paso, revelación tras revelación. Parece este el sentido más profundo de la vida que se renueva triturándose a sí misma. El “panta rei” (es decir, el “todo fluye”) de Heráclito puede proponerse de nuevo como “todo se transforma”. Por tanto, Profumo se compromete en recuperar las cosas que le rodean y que le pertenecen en distinta medida y no importa si han sido usadas por otros porque su decisión (es decir, la decisión que le permite traducir estas cosas en elementos esenciales de una narración en perpetuo devenir) se traduce en un inmediato gesto de posesión e identificación. El movimiento giratorio que prensa y tritura sus intenciones expresivas emerge de la base de madera que parece absorber y, al mismo tiempo, rechazar el sentido de un comportamiento que declina la imagen de un tormento interior y de un deseo expresivo, destinados a traspasar la propia materia. Sus obras son paredes, muros que trasudan el sentido de un tránsito físico y mental: las tonalidades que timbran la imagen resultante son el alivio temporal de una herida o son la propia herida que se presenta como elemento ostensorio. Profumo habla de “sustracción” en su forma de hacer arte como un intento extremo de conocimiento a través de la obsesión de una síntesis que propone, por el contrario, continuas, renovables preguntas. Precisamente como sucedía con los turbulentos “muros” de Antoni Tàpies o los inquietantes “sacos” de Alberto Burri precipitados sobre el abismo de interrogaciones existenciales. El artista no sale impune de tal búsqueda: la misma suerte le toca a quien no se limita a contemplar el resultado compositivo sino que decide entrar en el fondo de un proceso similar. Perderse para reencontrarse parece el destino común. Y no es suficiente seguir el recorrido del serrín que origina sobre la superficie de la obra emergentes floraciones táctiles para adivinar un sentido de narración elemental; al igual que no es suficiente perseguir los chorros de color que dibujan quizá una opinable idea de huida. Y ni siquiera los modulados ritmos pictóricos conceden oportunidades fácilmente salvíficas. Como se decía, no sirve la contemplación o, mejor, la contemplación sirve solo como un ilusorio momento consolador. Para quien se conforma, puede ser suficiente pero no así para Profumo que busca con perspicacia lo que la gente no quiere ver, lo que la gente ignora o elimina por un sentido de molestia, porque el recuerdo de lo que se ha rechazado se parece demasiado a un acto de acusación quizá hacia sí mismos. Entonces la rueda de Profumo muele las cosas y el tiempo, renovando el tormento de lo cotidiano y volviendo a proponer el margen dilatado, inconmensurable de la espera de lo que vendrá a continuación. También porque la “salida de los esquemas” anunciada por el propio autor se convierte en una propuesta o una promesa de futuro sobre el turbulento recorrido de los paneles. Un futuro jugado sobre la metamorfosis y, por tanto, que debe percibirse, adivinarse mientras se cumple midiendo los pasos y los gestos siguiendo las huellas dejadas por la consunción y la regeneración de los elementos que nos pertenecen, más allá de su posible, posterior abandono. Por tanto, podemos parafrasear a Luigi Pirandello afirmando: así es la vida aunque no lo parezca.

Luciano Caprile